miércoles, 20 de marzo de 2013

Corrupción, Burocracia y Autoritarismo


El control democrático no puede quedar en manos de los que, a la vez, son sus protagonistas. La batalla por la democracia es hoy, como siempre, una batalla sobre el control.

La corrupción ha irrumpido como un factor de tensión en la realidad de la crisis económica. Al día de hoy, todos los medios de comunicación han dedicado amplios espacios debatiendo su realidad, efectos y propuestas para sanear la vida política y la sociedad, sin embargo el problema está tan enquistado que no todos los problemas se derivan del mal funcionamiento del sistema de partidos políticos. Es evidente que los políticos lo han situado en el pedestal de la inmoralidad pública, pero a la ausencia de la ética individual hay que añadirle la estructural.

Si analizamos las denuncias, críticas y propuestas que han surgido en los debates, encuestas de opinión y reportajes, se insiste poco en los efectos que tiene la degeneración burocrática, la falta de transparencia de la Administración pública y la ausencia de posibilitar las prácticas de gobierno abierto a los ciudadanos. Estos tres efectos configuran una estructura que envuelve en la opacidad a la vida política, la cual es percibida por los ciudadanos como un sistema autoritario, producto de otras épocas, que no se ha erradicado con la democracia representativa porque la representación política se ha delegado sin control, sin practicar una rendición de cuentas. Pasar por las urnas se ha convertido en el jubileo donde periódicamente se perdonan los atropellos cometidos.

Hay motivos para pensar que la democracia constitucional está expuesta a constantes manipulaciones por las deformaciones de la representación política, y es aquí donde entra en juego la permisividad de la burocratización del Estado moderno. La élite funcionarial tiene secuestrada a la estructura que gestiona la vida administrativa pública, la cual impide que el ciudadano halle equilibrio en sus muchas y difíciles obligaciones, además de sufrir múltiples dificultades para el ejercicio de sus derechos.
La captura del Estado se describe como el hecho de que personas con influencia desde dentro, los “nuevos caballos de Troya”, apoyados desde fuera por las grandes y poderosas empresas o desde los influyentes despachos profesionales, sin olvidar las Fundaciones de carácter ideológico, dominan e impiden la modernización democrática de las estructuras públicas. Estos grupos dominantes, según Malem, controlan los nombramientos en las instituciones de control fuertemente ligados a criterios partidistas, perdiendo la independencia, percibiéndose más en la magistratura y en el control de las cuentas públicas.

El control democrático no puede quedar en manos de los que a su vez son sus propios protagonistas, porque se incurre en el buen o mal hacer. La batalla por la democracia es hoy, como siempre, una batalla sobre el control. Lo hemos vivido muy duramente con la crisis financiera: cuando se confunden los guardianes con los asaltantes, el tesoro desaparece siempre. Lamentablemente, en estos últimos asaltos vividos ha desaparecido hasta el sentido común, y es precisamente desde ese sentido común, como factor esencial, desde donde debemos construir democracia, transparencia y buen gobierno.

Si queremos construir una democracia participativa tendremos que ser capaces de explicar los errores de la sociedad en que vivimos y de esta forma, como actores, podremos todos intervenir en un nuevo constitucionalismo. No olvidemos que progreso, nación, igualdad, deberes y derechos son los ‘dioses’ que constituyen el modelo cultural del Estado. Hay que aceptar que la familia, la fábrica, la escuela, las creencias religiosas y el conjunto de instituciones que configuran la sociedad, evolucionan. Y en ese cambio que hoy vivimos, la sensibilidad por la transparencia se hace imprescindible porque, de lo contrario, ni la economía ni la política ni las instituciones tienen futuro estable.

Se está violando el espíritu de la Constitución, se gobierna violando su letra, lo que está minando las raíces de la configuración del Estado y provocando cada día más conflictos sin solución. En este proceso de debilitamiento, los enemigos de la democracia son aquellos que, disfrazados de amigos, pretenden apropiarse de las estructuras y la apropiación indebida es la corrupción más venenosa que padece la democracia moderna.

José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis

viernes, 8 de marzo de 2013

Recortes, sacrificio y cinismo


Sacrificio es renuncia, sufrir una carencia en beneficio de algo personal o de otros. ¿A quién beneficiamos con nuestros sacrificios de pérdidas del estado de bienestar? Solo hay unos claros beneficiarios, los que dominan el sistema económico-financiero, y sin embargo, contradictoriamente, nos sacrificamos los ciudadanos como una inversión del sujeto pasivo.

Convertimos nuestro sacrificio, en un acto de encubrimiento, un sacrificio general, para que una minoría recupere su status y sus privilegios. El año 2012 la remuneración de los asalariados disminuyó en 27.582 millones de €, y comparado con 2010, la perdida es de 31.737 millones de €. Además de los recortes en sanidad, educación, ayudas sociales e investigación, con el fin de mantener el sistema.

Sin embargo, otros componentes de la renta nacional, como el excedente bruto de explotación, aumenta en 1,4 puntos respecto al 2.011, este beneficio empresarial se concentra por lo general, en las grandes empresas, no en las pymes, y por otro lado, los impuestos suponen el 9,1% del PIB. La crisis económica le ha supuesto a las rentas del trabajo perder 5 puntos en el PIB. En euros se puede evaluar en 56.605 millones, extrañamente equivalente al rescate del sector financiero. Son datos de la Contabilidad Nacional correspondientes a 2012.

La tragedia del sufrimiento se soporta en una ética heroica, porque el sacrificio nos debe conducir a obtener un bien mayor. Sin embargo, estamos viviendo en una ética de cinismo, sabiendo que el sacrificio colectivo que realizamos está produciendo un mal mayor, sin esperanza de obtener ese bien superior generalizado. No hacemos sacrificio, nos imponen el sacrificio, y nos rendimos ante la presión.

Por otro lado se rechazan de forma brutal (por lo irracional), las alternativas que se presentan, y por esa misma razón, la respuesta del modelo italiano, ha sido, reaccionar contra el acoso de sus recortes. La reacción de su líder Grillo, con el grito “los tenemos rodeados”, es significativo y gráfico. No quieren ni pactos, ni compromisos de gobierno, pretenden ser resistencia contra la tecnocracia, y apoyar sin compromisos solo aquello que no perjudique los intereses sociales. No se fían de una gestión de la crisis con una política dirigida desde Bruselas. Es la reacción que se está produciendo en el Sur de Europa, por haberla convertido en escombrera, sin darle solución a sus problemas. Cada día que pasa, el dique de los estados-nación, se desborda, porque hace tiempo que se reventaron las estructuras de un modelo insostenible.

En ese juego peligroso, la democracia no puede actuar como si de la ruleta rusa se tratase, sencillamente, porque no estamos dispuestos a un suicidio colectivo. Los escombros no deben impedir ver los problemas y sus soluciones. Está muy claro, que el paro, no tiene que convertirse en un problema a solucionar a largo plazo, es urgente una política activa, especialmente en el sector juvenil y larga duración. La exclusión de los sin techo, no resiste muchas noches sin solución. La presión de Bruselas sobre las cuentas públicas, debe terminar y con visión prolongar el plazo. La deuda soberana debe financiarse con el aval del BE a un tipo no superior al 1%. Los sectores industriales, comerciales y de servicios, precisan financiación fluida, que es como decir volver a la normalidad, no a los cupos. La corrupción tiene que ser cortada de raíz, y todos sabemos por dónde están las raíces del problema.

Hay demasiados sacrificios, y faltan soluciones, esperamos que el sistema democrático nos aporte las garantías que precisamos. Nos pierde el cinismo actual, porque aleja a los ciudadanos de participar en una solución. No es extraño que los jóvenes rechacen cada vez con más violencia convertirse en un ejército subalterno potencialmente sacrificable. Esta crisis no puede convertirse en un dilema entre perdedores y ganadores, queremos una solución democrática, socialmente sostenible, transparente y dando una respuesta a las demandas ciudadanas, porque cada día que pasa es más complicado, con un PIB inferior al del año 2007, un 94,2% calculado en base 100 de 2008. Precisamos compartir valores, y que nadie tenga que soportar el cinismo de un sistema que permite la explotación de los ciudadanos, por la oportunidad de “hacer negocios”. Precisamos que la experiencia de este duro presente nos haga más libres en la conquista del futuro.

José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis

viernes, 1 de marzo de 2013

La regla del oro

Economía a pie de calle. La regla del Oro. Doctor en Economía José Molina

Los economistas llamamos “regla de oro” a la definición que en el siglo XIX realizó el profesor Leroy-Beaulieu, sobre la financiación de los equipamientos públicos, afirmando, que el Estado tiene derecho a estar en déficit mientras financie inversiones públicas, porque es legítimo que el coste de una inversión se reparta a lo largo del periodo en que vaya a utilizarse. En pura teoría económica un déficit por inversiones no grava a las generaciones futuras, ya que éstas serán beneficiarias de los equipamientos realizados.

En Francia está en vigor en muchas municipalidades, y la teoría keynesiana nos ha enseñado que la política presupuestaria no debe ser gestionada por interés de grupos o de ideologías, sino con el objetivo de garantizar el pleno empleo, controlando la inflación y con un tipo de interés en consonancia con las tasas de crecimiento.

Con un paro del 26% y un desempleo juvenil del 52,1% el más alto de la UE junto con Grecia, es legítimo tener un déficit superior a los límites fijados, y solo cuando la tasa de paro descienda, es cuando se deben ajustar los déficits. Las falsas “reglas de oro” impuestas, no tienen ningún soporte en la teoría económica porque el equilibrio en las finanzas públicas no es como en la economía familiar. En uno, el equilibrio, es condición de sus limitaciones, en las administraciones públicas, se consigue el equilibrio con una política de ingresos, o sea, con la capacidad de recaudar por medio de su modelo impositivo.

Cuanto antes desaparezca de la Constitución la limitación impuesta, volveremos a la normalidad en la política presupuestaria, con responsabilidad y con control, sin dar carta blanca a ningún político. Prohibiendo, no el déficit, sino los proyectos de complacencia política, producto de una mentalidad faraónica, cuando la norma debe ser el coste-beneficio de cada proyecto, respeto al medio ambiente, a la convivencia y a su hábitat, porque nunca se debe impulsar un desarrollo económico que desprecie su entorno.



Las dificultades para salir de la crisis ponen nerviosos a muchos, y en ese desequilibrio se apoyan proyectos improcedentes, cuando lo que se precisa es una plataforma europea que desarrolle proyectos que creen empleo. Controlando la especulación de los mercados, garantizando la deuda pública por el BCE, para que todos los países de la Unión paguen el bono a diez años al mismo tipo (entorno el 2%), y recuperar las emisiones en circulación y cambiar garantías nuevas por menores tipos, con el fin de no tener que repudiar la deuda.

Es urgente una reforma fiscal que elimine la competencia existente para que los tipos sean los mismos en cualquier país de la UE. El espectáculo de grandes fortunas cambiando sus domicilios fiscales para eludir al fisco más gravoso, es escandaloso. Cuanto antes se debe prohibir que bancos y empresas de la UE, tengan filiales en paraísos fiscales. Además hay que potencial las actividades en la economía ecológica, revalorizar la Política Agraria Común (PAC), una política industrial que apoye en esta transición a valores ecológicos, garantizando una políticas macroeconómicas que reduzca los desequilibrios comerciales.


Estas medidas no se pueden llevar a efecto sin un nuevo Tratado capaz de coordinar y desarrollar una convergencia real de las economías regionales, sin ese nuevo marco no existirá una política monetaria y presupuestaria que apoye la salida de la crisis. Esa visión federal solidaria en la UE es cada día más imprescindible, las diferencias de empleo entre los miembros no se solucionaran con recetas de expulsión de parados a otros países, hay que solucionarlos estructuralmente con un marco de equilibrio. Los deseos soberanistas de algunas regiones-estados, verán su futuro con otra perspectiva, y el debate soberanista, quedará agotado si somos capaces de trasladarlo a un debate sobre el futuro de Europa.


Si todos queremos más Europa, sería más positivo que empecemos por construir una Europa desde sus ciudadanos, resolviendo sus problemas, sin caer en los errores del pasado. Las soluciones pasan por construir una estructura más sólida y que no esté secuestrada por una burocracia que impide ver que los pueblos europeos demandan unas instituciones donde se fusionen la solidaridad con la democracia, si no se consigue pronto, no habrá salida y todo será un caos. Así lo ha puesto de manifiesto el grupo de intelectuales por la Unión Europea: o Europa da un paso más, y decisivo, hacia la integración política, o sale de la Historia y se sume en el caos.


Solo hay una forma para no desaparecer: eliminar los soberanismos y votar una Constitución que consagre “la regla de oro” para no vivir por más tiempo de trucos financieros y de políticos sin política.
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis
Publicado en el Círculo de Economía el día 4 de febrero de 2013 y el Diario La Opinión de Murcia.

 

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